<span id=hs_cos_wrapper_name class=hs_cos_wrapper hs_cos_wrapper_meta_field hs_cos_wrapper_type_text style= data-hs-cos-general-type=meta_field data-hs-cos-type=text Lo que hay detrás de una mente inventora: los mejores consejos de James Dyson

Lo que hay detrás de una mente inventora: los mejores consejos de James Dyson


“Mi vida ha sido una de fracasos”, confiesa James Dyson en una entrevista con The Wall Street Journal. El magnate británico, creador de las icónicas aspiradoras y secadores de pelo que generan largas filas en tiendas de todo el mundo, ha construido un imperio tecnológico a partir del error, como parte principal del proceso. 

 

Con más de 16.800 millones de dólares de patrimonio neto, según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg, Dyson podría hablar desde la cima del éxito. Pero el fundador de la compañía que lleva su apellido prefiere ubicarse en otro terreno: el del error, la prueba, el prototipo fallido. Porque para Dyson, todo es prueba y error. Literalmente.

 

Antes de que su aspiradora (la primera sin bolsa del mundo) viera la luz en 1993, Dyson pasó cinco años encerrado trabajando en lo que se convertiría en su invento más icónico. No lo logró a la primera, ni a la centésima. Fueron 5.127 las versiones en las que trabajó antes de alcanzar lo que él consideró “la mejor versión posible”. 

 

El líder de Dyson fundó la empresa tecnológica con un único objetivo: resolver problemas. Desde allí  abordan  desde la investigación, robótica, inteligencia artificial, desarrollo de baterías, ciencia de los materiales hasta motores electrónicos de alta velocidad. 

 

Lo que mueve al inventor es el desafío constante. Si algo funciona de inmediato se pierde el interés. En cambio, “cuando algo sale mal, uno tiene que buscar el porqué, lo que lo transforma en un proceso de aprendizaje”, comenta en entrevista con el Wall Street Journal. 

 

¿Y cómo se inventan cosas? El magnate destaca que el ímpetu siempre es la de estar buscando y crear ideas que la gente quiera tener, que sean útiles y lo más importante: que la calidad y el rendimiento sean mejores, en comparación a lo que ofrece el mercado. 

 

Siempre estar buscando ideas, es parte de la “religión” en Dyson. El único límite que menciona el fundador de la compañía es el costo. Explica que puede ser “una invención brillante” pero si el costo de producción es muy alto, es mejor dejar la idea de lado. 

De todas formas, asume que hay veces en que las ideas no funcionan y que en algunas ocasiones hay que retirar o paralizar la producción de algún producto.

 

En esos casos, su respuesta es simple: “Ni siquiera hay que tomar una decisión sobre eso”, según explica, cuando algo no está funcionando tras muchas pruebas, por varios años, la idea se acaba naturalmente. 

 

También comenta que hay ideas que no prosperan por la situación en el mercado. Por ejemplo, en 2014 la empresa desarrolló un auto eléctrico. “Cuando empezamos, nadie hacía autos eléctricos. De pronto, todos los fabricaban. Nadie ganaba. Era un producto carísimo de desarrollar”, por lo mismo, dejaron de producirlos.

 

La experiencia como un obstáculo

 

Para Dyson la inexperiencia es una ventaja. El inventor explica que quienes ya tienen trayectoria han visto cosas que funcionaron en el pasado o también, encontraron soluciones a los problemas pero, “el mundo está cambiando tan rápido que estamos tratando de innovar y ser pioneros de todas formas”, argumenta.

 

Por esa razón, Dyson recluta generalmente a jóvenes universitarios y confiesa que en el último tiempo también han incursionado en contratar a estudiantes que están recién saliendo del colegio. 

 

Aunque pueda parecer contraproducente por el costo que existe en tener que entrenar a quienes ingresan, Dyson reconoce que “la tentación es siempre elegir a alguien que tenga experiencia, por el tiempo de capacitación pero, en realidad, tienes que entrenar a todos. Cualquiera que entra hará algo aquí que nunca antes ha hecho”. La experiencia que han tenido dice ser excelente. 

¿Y el retiro? No es opción 

 

En 2017, James Dyson dejó de ser el CEO de su compañía para pasar a ser presidente de la empresa. Hoy, a sus 78 años cuando le preguntan por la posibilidad de retirarse la respuesta es clara: No.  “A veces mi cuerpo me dice que estoy viejo, pero en mi cabeza sigo queriendo hacer lo que hago”. En ese sentido explica que mientras siga disfrutando de su trabajo, no lo dejará. 

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