Por Sofía Gómez
06 / 11 / 2025 | 3 mins de lectura
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Como si fuera una broma: el museo más visitado del planeta, que recibe nueve millones de personas al año, terminó exhibiendo algo que nadie esperaba ver —una falla monumental en su seguridad.
El Museo del Louvre, en pleno corazón de París, fue asaltado el 19 de octubre en una operación que tomó apenas siete minutos.
Los ladrones llegaron en un camión con escalera extendible, entraron por una ventana del segundo piso con una cortadora de disco y huyeron en scooters con joyas de la corona francesa valoradas en 102 millones de dólares.
El caso no solo estremeció al mundo entero por la audacia del robo, sino por lo que reveló después.
Según el diario Libération, el museo más prestigioso del mundo llevaba diez años acumulando fallas de ciberseguridad.
Los informes internos y auditorías oficiales advirtieron que sus sistemas usaban contraseñas triviales —como “LOUVRE” o “THALES”— y equipos con Windows 2000 y XP, imposibles de actualizar.
Los expertos en ciberseguridad de la Agencia Nacional de Seguridad de la Información de Francia (ANSSI) lograron infiltrarse con facilidad en la red interna del museo. Desde allí podían modificar permisos, acceder a videovigilancia o desactivar alarmas.
Los informes también señalaban que muchas cámaras no funcionaban y que los contratos de mantenimiento estaban vencidos desde julio. En total, solo cinco cámaras cubrían 1,3 kilómetros de fachada.
El Tribunal de Cuentas francés fue categórico: el Louvre había preferido destinar recursos a “operaciones visibles” —como exhibiciones y restauraciones— antes que a “renovar su seguridad”.
Lo ocurrido en París no es un hecho aislado. Para el Instituto Tecnológico Europeo, el robo al Louvre es un recordatorio de cómo las organizaciones —públicas o privadas— siguen invirtiendo en seguridad física mientras descuidan la cibernética.
El museo cayó víctima de sus propios sistemas antiguos y contraseñas débiles. Y aunque la historia parezca exclusiva de un palacio del siglo XVIII, los expertos advierten que lo mismo puede ocurrir en una empresa moderna que confíe en software desactualizado, accesos mal gestionados o personal sin entrenamiento en seguridad digital.
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