Por Sofía Gómez
22 / 10 / 2025 | 3 mins de lectura
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22 / 10 / 2025 | 3 mins de lectura
El lunes pasado, una falla técnica en Amazon Web Services (AWS) desató lo que muchos describen como una crisis para internet: desde cámaras domésticas hasta aulas virtuales, pasando por bancos, videojuegos y compras online, el caos fue global.
Lo que antes parecía un simple tropiezo tecnológico, hoy se perfila como una radiografía del nivel de alcance que Amazon ejerce sobre la infraestructura digital mundial.
AWS no es solamente una marca de servicios en la nube, es la columna vertebral oculta de gran parte de la internet pública.
A través de sus servidores, almacenamiento, bases de datos y redes virtuales, cientos de miles de empresas —incluyendo instituciones financieras, hospitales y gobiernos— utilizan sus plataformas para sustentar operaciones clave.
Según la firma de análisis Gartner, AWS ostenta aproximadamente el 37 % del mercado mundial de nube.
Y según HG Insights, su base de clientes ronda los 4 millones.
Cuando AWS falla, no es simplemente que no se pueda pedir café por app o consultar el clima via asistente de voz.
Como se comprobó esta vez, es que servicios de comunicación médica, educación online, banca móvil o dispositivos inteligentes domésticos —hasta alarmas, cámaras de seguridad o termostatos— quedan inservibles.
Entre las plataformas golpeadas estaban redes sociales y apps de consumo masivo: desde Snapchat y Fortnite hasta sistemas bancarios como Chime, y también dispositivos del hogar como las cámaras de seguridad de Ring y Blink.
Hubo reportes de hospitales que no pudieron usar servicios de comunicación internos y de profesores que no pudieron acceder a sus clases programadas.
Al final del día, AWS anunció que los servicios habían vuelto “a operación normal”, aunque con respaldos pendientes y tráfico acumulado por procesar.
Este episodio vuelve a poner sobre la mesa dos realidades que alertan:
El impacto económico todavía está por medirse con exactitud, pero ya se habla de pérdidas que podrían alcanzar miles de millones por interrupción de operaciones, ventas perdidas y reputación dañada.
Por otro lado, la caída expone un grado de control —o al menos de influencia— que una empresa tiene sobre internet global: desde servicios básicos hasta entretenimiento, pasando por modelos educativos y financieros.
Algunos analistas advierten que esto es algo más que un fallo técnico: es una señal de alerta sobre el nivel de dependencia que el mundo digital tiene respecto de infraestructuras que operan bajo control privado y que escapan al ojo público.
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