Por Sofía Gómez
06 / 11 / 2025 | 3 mins de lectura
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En 2023, la región registró un promedio de 40,2 horas de trabajo efectivas semanales, cinco horas más que el promedio de los países de altos ingresos de la OCDE, donde la cifra bordea las 35 horas.
La comparación internacional ha ganado fuerza en el debate público como un indicador de bienestar y calidad de vida laboral. Pero las cifras muestran que el camino latinoamericano hacia la eficiencia y el equilibrio trabajo-vida aún está lejos del de las economías avanzadas.
El mapa regional es heterogéneo. Mientras que Puerto Rico, Panamá y Uruguay registran jornadas cercanas a las 36 horas semanales —niveles comparables con los de Europa—, países como Jamaica, Honduras, Colombia y Guyana superan las 43 horas.
La brecha entre los extremos alcanza hasta siete horas semanales.
En todos los países latinoamericanos con datos disponibles, las mujeres trabajan menos horas en actividades remuneradas que los hombres, pero ello no implica menor carga global de trabajo.
En 2023, la brecha de tiempo laboral remunerado fue de 5,7 horas semanales: los hombres registraron un promedio de 42,7 horas, frente a 36,9 de las mujeres.
La tendencia coincide con los patrones globales: según la OIT, en 2019 la diferencia promedio entre hombres y mujeres a nivel mundial se acercaba a las seis horas semanales.
Estas cifras evidencian que la participación femenina en el mercado laboral sigue limitada no sólo por menores tasas de empleo, sino también por menor tiempo efectivo de trabajo remunerado y una distribución desigual de las tareas domésticas.
Aunque América Latina todavía trabaja más, el tiempo de trabajo se ha reducido lentamente. En los últimos veinte años, el promedio de horas efectivas trabajadas por persona cayó en cerca de dos horas semanales.
Según el estudio este es un avance modesto si se compara con la tendencia de las economías desarrolladas: en los últimos treinta años, el promedio de 19 países de la OCDE pasó de 37,8 a 35 horas semanales.
La reducción fue impulsada principalmente por los hombres —que trabajan casi cuatro horas menos que hace tres décadas—, mientras que entre las mujeres la caída fue apenas de 1,4 horas.
La diferencia se acentúa al mirar solo a los asalariados. En 2023, el promedio regional fue de 42 horas semanales, 7,4 horas más que los países ricos.
Colombia, con 46,6 horas, encabeza el ranking regional, seguida de Guatemala, El Salvador y Honduras, todas por encima de las 45 horas. En contraste, Argentina y Uruguay muestran jornadas más cortas, alrededor de 37 horas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define como “jornadas laborales excesivas” aquellas que superan las 48 horas semanales, el límite fijado en los Convenios N°1 y N°30.
Estas extensas jornadas no solo contravienen estándares internacionales, sino que impactan directamente en la salud, productividad y bienestar de las personas trabajadoras.
En América Latina, uno de cada cinco trabajadores se encuentra en esa situación. Las razones son múltiples: la alta informalidad, las horas extras no remuneradas, la dependencia del trabajo presencial y la escasa fiscalización de las normas laborales.
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