11 / 09 / 2025 | 3 mins de lectura
Durante décadas, las compañías han buscado maneras de cuantificar la productividad de sus empleados. Desde hojas de asistencia hasta métricas de desempeño, el objetivo ha sido medir con precisión el valor del trabajo realizado. Con la expansión del teletrabajo tras la pandemia, una nueva herramienta ha ganado terreno: el bossware.
El término, una fusión de boss (jefe) y software, describe aplicaciones digitales que permiten a los empleadores monitorear en tiempo real la actividad de los trabajadores. Algunas se limitan a métricas generales, mientras que otras registran pulsaciones de teclado, capturan pantallas, analizan conversaciones o incluso activan la cámara web sin previo aviso.
El uso de estas tecnologías ha crecido en Estados Unidos y Europa, donde proveedores de gestión remota las han incorporado a sus servicios. En América Latina, la adopción empieza a acelerarse, en particular en sectores donde el trabajo a distancia se ha consolidado.
Las compañías que implementan bossware suelen presentarlo como una solución para garantizar productividad, detectar riesgos operativos o resguardar activos. Sin embargo, estudios recientes del McKinsey Health Institute y del MIT señalan que la vigilancia digital intensiva puede generar desconfianza, ansiedad y una percepción de deshumanización del entorno laboral.
“El problema no es solo la tecnología. Es la cultura de desconfianza que la sostiene”, afirma Juliana Cárdenas, consultora de clima organizacional en Bogotá.
“Cuando se empieza a medir la productividad por la cantidad de clics por minuto o por si alguien se aleja cinco minutos del teclado, dejamos de ver personas y empezamos a tratar con máquinas”.
En Chile, la Ley de Protección de la Vida Privada no contempla de manera explícita el uso de estas herramientas en entornos de teletrabajo. En México, la Ley Federal de Protección de Datos Personales exige consentimiento informado para la recopilación de información, pero no aborda directamente este tipo de software. Colombia y Perú enfrentan escenarios similares, lo que deja a las organizaciones en una “zona gris” sin lineamientos claros.
La discusión en el ámbito corporativo se mueve entre dos polos. Para algunas empresas, el bossware es una forma de supervisión necesaria en ausencia de la oficina física. Para otras, plantea un dilema más profundo: qué tipo de cultura organizacional construir, una centrada en el control o en la autonomía y el bienestar.
Existen alternativas menos invasivas, como los modelos de gestión por objetivos, plataformas colaborativas que priorizan la visibilidad de los avances colectivos, políticas de desconexión digital y evaluaciones que consideran tanto calidad como cantidad. Estas prácticas, apuntan expertos, podrían ofrecer un camino hacia una gestión moderna con mayor énfasis en las personas.